ROSARIO CELEDÓN Abogada, ex vicepresidenta de la Comisión para el Mercado Financiero

La hegemonía masculina en el sector financiero ha sido un hecho de la causa durante mucho tiempo, con las mujeres subrepresentadas en todos los ámbitos, ya sea como usuarias de servicios financieros, en roles directivos en instituciones financieras y a nivel de reguladores. Y esto es relevante, porque una mayor inclusión y participación de mujeres en este sector permite no solo abordar la desigualdad de género, sino que contribuye a lograr objetivos de desarrollo sustentable, estabilidad financiera, eficacia de políticas monetaria y fiscal, profundidad del sistema financiero y formalización de economía (FMI, 2018).

En Chile la participación femenina ha ido abriéndose camino. Ya tenemos liderazgos de mujeres en instituciones clave como los consejos del Banco Central y la Comisión para el Mercado Financiero, y el equipo del Ministerio de Hacienda. Sin embargo, aunque hay avances, es evidente la necesidad de acelerar el paso para lograr mayor diversidad en el liderazgo de instituciones financieras, públicas y privadas.

Tal vez la brecha con mayor impacto en equidad de género está en la deuda en materia de inclusión financiera, que afecta cada día a las mujeres en su acceso cotidiano a servicios financieros, al solicitar un crédito, realizar pagos, como inversionistas o aseguradas. Este es un factor clave para lograr mayor autonomía económica de las mujeres, ampliar sus posibilidades de desarrollo productivo, personal y familiar, y mejorar la resiliencia del 42,4% de los hogares y de los miles de emprendimientos liderados por mujeres.

Por cierto, hemos progresado en cobertura de productos básicos, como acceso a cuentas para administración de efectivo, a crédito y cuentas de ahorro, según muestra el Informe de Género en el Sistema Financiero de CMF, pero aún queda por avanzar. Nos falta mejor data segregada por género respecto de seguros, medios de pagos, inversiones y financiamiento de PYME lideradas por mujeres, así como métricas de uso y calidad de servicios por nuevos proveedores digitales como Fintechs, para medir su impacto en inclusión financiera.

Si bien el nivel de participación laboral femenina y brechas salariales son factores determinantes, hay espacio para mejorar el diseño y vías de acceso a los productos financieros que permitan adecuarlos a las necesidades concretas de las mujeres, sin caer en estereotipos. A través de canales digitales y con mayor foco y acceso a información más completa de las usuarias, se podrían abordar barreras por el lado de la oferta (reconocer patrones diferenciados como mejor comportamiento de pago y características de ciclo de vida como volatilidad de ingresos, pausas laborales por cuidado, abordar sesgos, suplir deficiencias en infraestructura, entre otros); y de la demanda (limitaciones de tiempo y movilidad por obligaciones relacionadas con hogar y cuidado, normas sociales que limitan incentivos para demandar servicios, falta de historial crediticio, entre otros) (BID, 2018).

Para avanzar, es imprescindible que los proveedores financieros se pongan como misión desarrollar soluciones innovadoras y mejores alternativas de servicios para la población sub atendida, de la mano de políticas públicas que incentiven la mirada de género y generen condiciones favorables para ello. Las mujeres cada día cuentan con mayor independencia económica, acceso a educación y control de sus decisiones financieras, por lo que las oportunidades en este ámbito van en ascenso.

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